Robaría una marca y un símbolo que nadie estaba usando pero todos podían reconocer, o pretender ser parte de un grupo ya activo y reconocido (pero ineficaz).
Celebraba grandes fiestas y usaba discursos orientados al pathos para poner a la gente en un frenesí. Diría cosas que todos querían escuchar, todos, pero para hacer eso tendría que contradecirme a menudo. Lo hacía todo el tiempo, pero nunca el mismo día en la misma función.
Haría cosas caritativas con mucha visibilidad.
Recompensaría a quienes difundieron mi mensaje. El mensaje soy yo, mi nombre, mi marca. Tengo en cuenta que la fe de mis creyentes en mí es una mercancía. Cada vez que le digo a mi rebaño qué pensar, cuesta un poco de su fe. Lo guardo y lo gasto poco, y solo cuando crece mi marca o paga extremadamente bien de una forma u otra.
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Los detractores son ignorados o se ríen de ellos. Nunca se debaten. Raramente concedía debates, y cuando los sostenía, respondía vagamente a las preguntas y usaba mi tiempo para decir cosas que la gente quería escuchar.
Finalmente, me postularía para un cargo público …