- No me importa la sensación áspera de una barba o bigote o patillas de chuleta de cordero. La sensación de que un animal peludo se ha vuelto demasiado amigable conmigo.
- Me gusta la sensación del viento en mi barbilla.
- Prefiero que la gente me respete por la originalidad de mis ideas que por la barba gris.
- Disfruto de la impedimentación de la depilación y me gusta coleccionar y usar implementos amigdalinos antiguos, como navajas de afeitar rectas y de seguridad, tiras de cuero, cepillos de tejón e incluso estilos.
- Me gusta mirarme en el espejo y decirme “hola viejo amigo, ¿qué dices si nos desnudamos hasta la cintura y nos afeitamos?” Esto ayuda a que la madrugada pase más rápido por la mañana.
- De vez en cuando me gusta afeitarme por unos días mientras estoy en una fase de escritura intensa. Aparecer así mugriento refuerza mi idea del estímulo poético. Este vicio, o estrategia, no estaría disponible para mí si afectara a un constante bigotismo Whitmanesque.
El poeta Walt Whitman, que cantó el cuerpo eléctrico.